lunes, 11 de junio de 2018

La memoria en llamas




Hoy presentamos nueva obra en la Feria del Libro de San Fernando, La memoria en llamas. Me acompañará la escritora Mª del Carmen Orcero Domínguez. Al anunciarlo en Facebook recibí un mensaje de otra amiga: "Es la mejor presentadora que podías haber buscado". Pues claro, es algo evidente. No sé si merezco ese priviliegio, pero sí sé que su buen hacer literario impregna de calidez y calidad todo lo que escribe o recita. Sé también que esta tarde será memorable, en gran parte por su apoyo.

Para la elaboración del libro La memoria en llamas he tenido la suerte de contar con dos colaboraciones de tal magnitud que engrandecen esta pequeña obra y empequeñecen a este que les escribe. Se trata de Carlos Laínez y David Verdugo Abad.

Carlos Laínez es la persona viva, que yo conozca, más parecida a la figura de Leonardo Da Vinci en lo que se refiere a su abanico de dotes artísticas. Es escritor, autor teatral, actor, encuadernador, editor, pintor… y estoy seguro de que me dejo atrás más actividades que desconozco. Ha ganado concursos importantes y tiene un reconocidísimo prestigio en varios de esos campos. La finísima y surrealista ironía de sus trabajos teatrales como Carta de mamá o El año del gran tornado, y sus trabajos expositivos como Historias de gatosDoctor Alejo Sloan. La ciencia y la mecánica al servicio de la humanidad, entre otros, me llevaron a pensar en él como ilustrador de La memoria en llamas. Fue para mí un verdadero lujo que Carlos accediera, y además con tanto acierto en su diseño. Estoy seguro de que su creación llamará la atención de más de un lector despistado que divague por alguna que otra librería.


Por otro lado, también he contado con el buen hacer de David Verdugo Abad, otro hombre polifacético: escritor, diseñador, maquetador, corrector… Suya fue la maquetación de Los años de la ballena, de muchos trabajos colectivos y muchas otras obras, y suya ha sido la maquetación y el diseño de este libro, cuya calidad salta a la vista con un simple ojeo. Pero además de eso, he tenido la fortuna de que aceptara ser el prologuista. No hay más que leer alguno de los relatos de su libro El idioma de las señales para darse cuenta de la extraordinaria sensibilidad que derrocha su creación. Fuimos durante varios años compañeros en el Colectivo de Letras Libres y conocemos bien cada uno la obra del otro, algo que él ha usado en la confección del prólogo. Y lo ha hecho con tanto mimo y afecto que os puedo confesar que derramé muchas lágrimas de emoción al leerlo.

Creo, muy sinceramente, que gran parte de la calidad de esta pequeña obra se la debo a ellos. Carlos Laínez y David Verdugo Abad, muchísimas gracias. Vuestra colaboración ha engrandecido La memoria en llamas.


Antonio Díaz González

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