Hoy presentamos nueva obra en la Feria del Libro de San Fernando, La memoria en llamas. Me acompañará la escritora Mª del Carmen Orcero Domínguez. Al anunciarlo en Facebook recibí un mensaje de otra amiga: "Es la mejor presentadora que podías haber buscado". Pues claro, es algo evidente. No sé si merezco ese priviliegio, pero sí sé que su buen hacer literario impregna de calidez y calidad todo lo que escribe o recita. Sé también que esta tarde será memorable, en gran parte por su apoyo.
Para
la elaboración del libro La memoria en llamas he tenido la suerte de contar con
dos colaboraciones de tal magnitud que engrandecen esta pequeña obra y
empequeñecen a este que les escribe. Se trata de Carlos Laínez y
David Verdugo Abad.
Carlos Laínez es la persona viva,
que yo conozca, más parecida a la figura de Leonardo Da Vinci en lo que se
refiere a su abanico de dotes artísticas. Es escritor, autor teatral, actor,
encuadernador, editor, pintor… y estoy seguro de que me dejo atrás más
actividades que desconozco. Ha ganado
concursos importantes y tiene un reconocidísimo prestigio en varios de esos
campos. La finísima y surrealista ironía de sus trabajos teatrales como Carta de mamá o El año del gran tornado, y sus trabajos expositivos como Historias de gatos o Doctor Alejo Sloan. La ciencia y la mecánica al
servicio de la humanidad, entre otros, me llevaron a pensar en él como ilustrador de La
memoria en llamas. Fue para mí un verdadero lujo que Carlos accediera, y además
con tanto acierto en su diseño. Estoy seguro de que su creación llamará la
atención de más de un lector despistado que divague por alguna que otra
librería.
Por otro lado, también he contado con el buen hacer de
David Verdugo Abad, otro hombre polifacético: escritor, diseñador, maquetador,
corrector… Suya fue la maquetación de Los años de la ballena, de muchos trabajos colectivos y muchas otras obras, y suya ha sido la maquetación y el diseño de este libro, cuya calidad
salta a la vista con un simple ojeo. Pero además de eso, he tenido la fortuna
de que aceptara ser el prologuista. No hay más que leer alguno de los relatos
de su libro El idioma de las señales para darse cuenta de la extraordinaria
sensibilidad que derrocha su creación. Fuimos durante varios años compañeros
en el Colectivo de Letras Libres y conocemos bien cada uno la obra del otro,
algo que él ha usado en la confección del prólogo. Y lo ha hecho con tanto mimo y
afecto que os puedo confesar que derramé muchas lágrimas de emoción al leerlo.
Creo, muy sinceramente, que gran parte de la calidad
de esta pequeña obra se la debo a ellos. Carlos Laínez y David Verdugo Abad,
muchísimas gracias. Vuestra colaboración ha engrandecido La memoria en llamas.
Antonio Díaz González
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